Se sentaba en un chiringuito a leer mientras Mei se bañaba en el mar. La miraba alejarse y cuando la veía llegar a la orilla abría el periódico y pedía un café. Dicen que el primer día de clase daba a sus alumnos tres puntos de cartulina negra y una hoja 35x35 con un cuadrado dibujado, también en negro, en el que tenían que situarlos, a veure què hi passa. Los puntos nunca encontrarían la salida. No la había. Pero podían intimar, rechazarse, establecer sus leyes. Los muchachos se quedaban perplejos y él les daba la espalda y esperaba. Los puntos serían más tarde esferas y también buscarían una salida que no existe. No pensaba entonces en el agua que resbalaba por la piel de su mujer, cuando regresaba y él dejaba de leer, pero hoy aquellas gotas brillan en busca de la arena.